Era diciembre del 2013. Estaba en un viaje fotográfico a Bikaner, en el desierto de Rajastán, India. Cerca de la estación de tren vi a un hombre al que quería fotografiar. Pero lo dudé. Su mirada de piedra me intimidó. ¡Siempre son esos momentos de duda que matan una toma! Así que terminé ignorándolo y capturando otros objetos, hasta que escuché su voz jovial diciéndome: «sacame una foto a mí también». Con el lente enfocado y mi dedo posado sobre el botón dije: «Sonreí». Y así es como se transformó. Su cara irradiaba calidez, sus ojos brillaban con un humor que me había perdido por completo.
Así es como Jay Weinstein descubrió cuál sería su próximo proyecto: documentar el efecto de la sonrisa humana en las caras de personas desconocidas. En los días, meses y años siguientes, el fotógrafo se la pasó pidiéndole a gente extraña (principalmente en las calles de la India) que posen serios y luego con una gran sonrisa en la cara. Su objetivo es recrear la base o el prejuicio inicial que tenemos al ver a una persona, y luego mostrar cómo se transforman nuestros sentimientos hacia el otro cuando evoca una sonrisa. «De esta manera no hay nombres, no hay profesiones, no hay religiones o etnias. Solo una cara humana. Sin y con una sonrisa.»
El proyecto «…So I Asked Them to Smile» (Así que les pedí que sonrieran) busca mostrar cómo una sonrisa, una simple mueca, cambia una cara por completo y cambia la forma en que otros ven a esa persona. Y más que nada, Weinstein quiere demostrar que la sonrisa es universal; traspasa religiones, creencias, nacionalidades, géneros: es parte de la humanidad que todos compartimos.