Por Ernesto Oldenburg
Fotos: Facundo Manoukian
La anfitriona de Chez Pralinè recibe en una casa en altos de 1902 en una esquina de San Telmo. Vestida como tal, se hace difícil imaginar a Alice Luna, odontóloga argentina, haciendo trabajo comunitario en el Tsunami del Océano Índico que azotó las Islas Maldivas durante la Navidad de 2004, o ayudando como voluntaria en el trágico terremoto que sacudió Cachemira, al norte de Pakistán, tan solo un año después. Pero su talante apaciguado y su voz flauta dulce con acento neutro permiten afianzarse a la idea. También estuvo en Sri Lanka, Indonesia, Tailandia y Camboya. Trabajando para una ONG francesa, vivió en París hasta 2011. Un año después, cuando decidió volver a su tierra natal, tuvo que reinventarse a sí misma. Ya hacía tiempo había dejado su asistencia en el Borda con la Radio La Colifata.
Luego de montar un consultorio odontológico independiente donde pasaba una música genial atrayendo todos los vecinos y extranjeros del viejo casco porteño, el librero de El Rufián -su biblioteca preferida- le señaló una casa reciclada –arriba del restaurante El Baqueano- donde era posible cumplir su último deseo: recibir gente afín, darles de comer y beber bien y presentar obras de arte de todo tipo, en su propia casa. Y vivir de eso.
Resulta que al Rufián también llegó Clara Suspicchiatti, cocinera cordobesa que supo vivir en Chile y andaba con su pareja buscando cocinar en una casa privada. La tercera protagonista es Althea Scaramucci, master chef y sommelier de quesos, quien supo desarrollar su delicada profesión el Park Hyatt Buenos Aires. Más o menos así nació Chez Pralinè, como llaman a Alice sus amigos de la vida.
En lo de la señora Luna la comida es una excusa pasajera para conocer y conocerse. Alice preparó el menú de cuatro pasos a la vista, en la cocina ubicada al fondo de un impactante living comedor, exquisitamente reciclado.
Tras un completo tour desde la descomunal terraza, pasando por el showroom de la diseñadora Vicky Otero hasta llegar a la cocina moderna con barra de mármol, nos sentamos a nuestra mesa redonda de cristal. Luego de un shot de naranja y Campari, abrió el juego con un refrescante gazpacho de pepino y melón, servido en vasito de vidrio de yogur. “Cuando terminemos la cena, hay una obra de teatro”, anunció Pralinè.
La cena continuó conociendo a nuestro sorprendente personaje, escuchando las recetas de sus ensaladas malayas a base de pescado y sandía, saboreando la exquisita horma de brie President, pera y rúcula. A estas alturas, y con Carla Bruni susurrando, le ayudé a cocinar los satay de pollo con una salsa criolla de durazno.
El timbre sonó mientras terminábamos el tercer paso. La pequeña comitiva teatral había llegado. Entonces Alice invitó a abandonar la mesa y acomodarse en los sillones del living mudo, sin respirar. Me sirvió un extraodrinario Clafouti de ciruela y un dorado Baron de Sigognac, un Vintage Bas Armagnac de diez años, en una delicada copa. Éxtasis total. Y me sumí en la mirada lejana y el silencio eterno del impactante actor colombiano Richie Guzmán, quien transformó la noche en un momento sobrecogedor.
DATOS ÚTILES
Reservas: 4342-4673 y 153-574-4645
Abre viernes y sábados, cenas de cuatro pasos, $240, con copa de bienvenida, jarra de agua, copa de vino, te o café. Hay vinos a precios sensatos y hacen descorche.
Miércoles, Aperitiv Club after ofice, cócteles y bocadillos con arte agregado.